La propuesta de Cerdá (Plan Cerdá) para el ensanche barcelonés tuvo una gran repercusión en todas las ciudades europeas y en parte del mundo
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Desde su fundación en 1300 y hasta el siglo XVI la ciudad apenas se había extendido más allá de su recinto amurallado, en lo que hoy conocemos como las siete calles, salvo algunos arrabales de crecimiento desordenado. A partir del siglo XVI se inició una tímida expansión extramuros hacia el norte con una estructura radial que culminó con la construcción de la Plaza Nueva a mediados del siglo XIX.
En el último tercio de este siglo las condiciones de hacinamiento e insalubridad que existían en el recinto de la ciudad histórica, unidas a la necesidad de expansión territorial, hicieron que todas las miradas se dirigieran hacia la margen izquierda de la Ría, hacia la vega de Abando, el único territorio próximo capaz de albergar, por su tamaño y sus condiciones topográficas, la tan ansiada expansión urbana.
Es así como en 1876 se redactó el Plan General del Ensanche. La retícula o cuadrícula es la base geométrica sobre la que se apoya la nueva propuesta urbana. Y en dicha retícula se establece un gran eje principal, la Gran Vía, que va a unir el punto más cercano a la ciudad histórica, el puente del Arenal, con el punto más alejado, el Asilo de San Mamés y la zona portuaria de Olabeaga.